“Chemoule, un gato francés”: Nathalie Quintane se rinde

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Los dibujos de Stephen Loye, rápidos como garras, se suman a la encantadora despreocupación del conjunto. POL
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Reseña Es en primera persona y con un lenguaje burlonamente áspero –una lengua de gato– que Chemoule se propone contarnos su agitada vida ★★★☆☆
Desde "El gato Murr" de Hoffmann, una joya del siglo XIX, hasta "Memorias de un gato" de Hiro Arikawa, un éxito de ventas publicado en 2017, la autobiografía felina está a punto de consolidarse como un género literario por derecho propio. En este sentido, "Soy un gato", un clásico de la literatura japonesa de Natsume Sôseki, publicado a principios del siglo XX, sigue siendo una de las referencias indiscutibles. Es el turno de Nathalie Quintane, una escritora irreverente cuyos textos suelen ser políticamente mordaces ("¿Qué hacer con la clase media?", "Todo irá bien"), de ceder ante el gato. En este caso, ante un tal Chemoule.
Al nacer, el animal recibió el nombre de Michel Poniatowski. Pero tras un examen más detallado de su anatomía, finalmente se decidió darle a este gato beige de ojos azules ligeramente convergentes el dulce nombre de Chemoule. "¿Entonces solo me falta el habla? Bueno, entonces eres sordo", pregunta la delicada criatura. Así, en primera persona y en un lenguaje burlonamente áspero, un lenguaje de c…
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